Reseña de «Dioses y robots» de Adrienne Mayor: mitos, máquinas y sueños tecnológicos en la Antigüedad (Desperta Ferro, 2019)

El nuevo libro de la clasicista y folclorista Adrienne Mayor (Stanford University) no podía haber salido en un mejor momento, siendo este noviembre de 2019 el «mes de los replicantes» de Blade Runner (Ridley Scott, 1982). Esta película de culto, inspirada a su vez en la novela de 1968 de Philip K. Dick (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), nos presentaba un futuro distópico donde la Tyrell Corporation es capaz de crear réplicas artificiales tan perfectas que ni los propios humanos son capaces de diferenciarlos de ellos mismos.

El magnate Eldon Tyrell y su más perfecta creación, la replicante Rachael.
El magnate Eldon Tyrell y su más perfecta creación, la replicante Rachael (Time)

Pero todo el imaginario del androide comienza mucho antes de que Tyrell jugase a ser dios en el Los Ángeles de aquel hipotético 2019. Y es que las primeras ideas acerca de la biomecánica (biotechne: la vida mediante la técnica) ya estaban presentes en los mitos griegos; ahí encontramos, según Mayor, las expresiones más tempranas del ancestral impulso humano por crear vida artificial, antes incluso de que la tecnología pudiera hacer posibles tales proyectos.

Es más, la enorme cantidad de textos y fragmentos de poesía, mito, historia, arte y filosofía de la época relacionados con la vida artificial permite a la autora afirmar sin tapujos que las gentes de la Antigüedad estaban «fascinadas, incluso obsesionadas», con este tipo de relatos de ciencia ficción temprana.

Adrienne Mayor
La historiadora Adrienne Mayor (The Interval)

Así, Adrienne Mayor nos propone un viaje por las formas de vida artificial que salieron de la mente y las manos de inventores míticos de gran talento, tanto dioses (Hefesto, Prometeo) como humanos (Medea, Dédalo). Además, aunque la autora se centra especialmente en el mundo mediterráneo de los siglos V a. C. y I d. C., también se incluyen en el libro varios ejemplos de las China e India antiguas.

El libro viene ordenado en nueve capítulos (con rigurosas notas al término de cada uno) y un epílogo, sin olvidar un completo glosario final de términos específicos. Asimismo, se incluyen numerosas imágenes de las piezas y fuentes que se mencionan a lo largo del texto, tanto en blanco y negro como en el cuadernillo interior a todo color.

El Talos creado por Ray Harryhausen para la película Jasón y los argonautas de 1963
El Talos en stop-motion creado por Ray Harryhausen para la película Jasón y los argonautas (1963)

En el primer capítulo (El robot y la bruja: Talos y Medea) se nos narra el épico duelo que la tecno-bruja Medea mantuvo con Talos, el gigante de bronce animado creado por Hefesto, dios de la forja, que protegía Creta contra el ataque de los piratas. De Talos existían representaciones ya desde principios del s. V  en monedas, cerámicas, piezas de teatro, etc., pero su versión más icónica es la que narró Apolonio de Rodas (¿quizá inspirándose en el Coloso que guardaba el puerto de su ciudad de origen?) en la parte final de las Argonáuticas (siglo III a. C.), cuando la tripulación de Jasón se dispone a regresar al hogar con el vellocino de oro en su poder y fondea el Argos en una bahía cretense. Por fortuna, tras ayudar a Jasón a conseguir su trofeo, la bruja Medea también había embarcado en el Argos en compañía de sus potentes drogas y artefactos. Es ella quien decide enfrentarse al gigante de bronce desorientando sus emociones y atacando su punto débil: el tobillo que alberga el clavo que impide que el icor divino escape de la única arteria de su cuerpo «como plomo derretido». Así, ante la mirada de Jasón y sus argonautas, Talos se desploma «desangrado» sobre la playa. Hay cierto aire trágico, sin embargo, en la caída del heroico gigante, y así lo vieron (y representaron) etruscos y cretenses, donde podemos ver a un Talos mucho más humanizado.

Cerámica ática de figuras negras (s. V) donde se ve a Medea mostrándole a Pelias la resurrección de un carnero (British Museum)
Medea muestra a Pelias la resurrección de un carnero (British Museum)

En el segundo capítulo (Medea y su caldero del rejuvenecimiento), seguimos los pasos de la propia Medea para acercarnos al caso de Esón, padre del héroe tesalio, a quien la bruja consiguió devolver el vigor juvenil gracias a sus avanzados conocimientos (Ovidio, s. I a. C.). Para ello, Medea le aplicó una de las primeras transfusiones de sangre que se conocen, mediante un mejunje secreto a base de plantas medicinales y otros ingredientes. Cuando el malvado Pelias elimina a Esón forzándolo a beber sangre (coagulada) de buey, la pareja idea una argucia para engañar al rey usurpador de la ciudad de Yolco. Así, Medea consigue que las hijas de Pelias sigan sus instrucciones y descuarticen a su padre, con la promesa de «recomponerlo» después en su caldero de oro. Una dura advertencia para todos aquellos que se dejen llevar por la soberbia y el ansia de poder ilimitado.

Eos persiguiendo a Titono (Museum of Fine Arts)
Eos persiguiendo a Titono (Museum of Fine Arts, Boston)

El anhelo de superar a la muerte es precisamente el tema del tercer capítulo (La búsqueda de la inmortalidad y la eterna juventud). Pero ¿de qué sirve vivir eternamente si acabas convertido en un anciano senil y balbuceante? La mayoría de héroes y heroínas de la mitología grecorromana tenían claro que más valía una vida corta y llena de gloria que una larga y sin dignidad ―«Por eso los dioses nos envidian», que diría el Aquiles de Brad Pitt en Troya (2004)―. Sin embargo, esto es lo que ocurrió con Titono, un joven cantante que tuvo la desgracia de atraer la atención de Eos, diosa del amanecer (Himnos homéricos, ss. VII-VI a. C.), y al que esta convirtió en su amante allá en sus lejanos dominios celestiales. Temerosa de que este pudiese morir algún día, Eos pidió a Zeus que le concediese la inmortalidad de los dioses, pero se le olvidó pedir también que pudiera mantenerse joven al mismo tiempo, de modo que el desgraciado Titono acabó sucumbiendo a la vejez y repudiado por la diosa, sin memoria ni fuerzas para moverse de su encierro mientras suplicaba la muerte con el canto de la cigarra en que acabó convertido.

Pasífae y el bebé Minotauro (Wikimedia Commons)
Pasífae y el bebé Minotauro (Wikimedia Commons). La unión de la reina con el toro que despertaba su lujuria fue posible gracias a Dédalo, quien ideó una vaca mecánica donde Pasífae pudiera ocultarse durante la brutal cópula.

El cuarto capítulo (Más allá de la naturaleza) comienza con un encargo de los dioses a los titanes Prometeo y Epimeteo, quienes debieron supervisar la distribución de capacidades entre humanos y animales antes de lanzar sus creaciones a la Tierra. En ausencia del primero, Epimeteo gastó las capacidades más asombrosas de forma negligente con las criaturas irracionales, dejando desnudos e indefensos a los humanos. Así es como Prometeo se decidió a robar a los dioses los poderes de la destreza técnica, el habla y el fuego para ellos, de forma que los humanos pudieran compensar su absurda fragilidad. A partir de la hazaña de Prometeo, muchos otros mitos exploraron la réplica o mejora de las capacidades humanas por medio de la técnica aderezada por el ingenio; como las prótesis y artefactos de maravilla creados por Dédalo, otro de los grandes inventores míticos de la Antigüedad.

Uno de los "gigantes" de piedra del Mediterráneo (Viajar y conocer Cerdeña)
Uno de los gigantes de piedra del Mediterráneo (Viajar y conocer Cerdeña)

En el quinto capítulo (Dédalo y las estatuas vivientes), tras la trágica muerte de su hijo Ícaro al intentar escapar del Laberinto del Minotauro con sus alas de cera y plumas, Dédalo consigue ponerse a salvo de la cólera del rey Minos y refugiarse en Sicilia. Durante sus viajes por el Mediterráneo dejó tras de sí la invención de legendarias estatuas móviles, entre los cuales destacan los llamados «gigantes de piedra» de Cerdeña (¿estás ahí C3PO?).

Pigmalión y Galatea (Ernest Norman, 1886)
Pigmalión y Galatea (Ernest Norman, 1886) (Mythological Nudity)

El sexto capítulo del libro (La muñeca viviente de Pigmalión) nos habla del primer sexbot (femenino) de la historia occidental, que solo a partir del siglo XVIII tomó el nombre de Galatea. En Las Metamorfosis de Ovidio se nos cuenta así el mito de Pigmalión, un joven escultor que, desencantado con las «vulgares» mujeres de carne y hueso, termina creando una asombrosa estatua femenina de marfil en su taller de la que se enamora perdidamente. Deseando tener relaciones sexuales más satisfactorias con ella, implora a la diosa Afrodita que le insufle vida, convirtiéndola en una «simulación superior». Galatea, además, es capaz del milagro del nacimiento biológico de una hija llamada Pafos, tal y como ocurre en el caso de Rachael, la replicante huida de Blade Runner: 2049 (2017).

Hefesto entrega a Tetis el armamento para Aquiles (Antikensammlung Berlin)
Hefesto entrega a Tetis el armamento para Aquiles (Antikensammlung Berlin)

El séptimo capítulo (Hefesto: artefactos divinos y autómatas) nos remite a las abundantes creaciones del maestro supremo de la forja, la artesanía y la invención, quien con el sudor de su frente atendía los encargos tecnológicos de sus hermanos olímpicos: relámpagos pavorosos, águilas torturadoras, palacios de oro y mármol, sirvientes de bronce y hasta panoplias míticas, como la que Tetis pidió para su hijo Aquiles, cuyas escenas parecían estar «vivas».

Pandora siendo admirada por los dioses (British Museum)
Pandora siendo admirada por los dioses (British Museum)

Pero como nos cuenta Hesíodo en torno al siglo VIII a. C., la creación más conocida, por funesta, del herrero cojo fue Pandora, la bella joven artificial encargada por Zeus para causar la perdición de la humanidad (Pandora: hermosa, artificial, malvada). Modelada en arcilla y colmada de dones por gracia de los dioses, sin padres, pasado o identidad, fue enviada a la Tierra como prometida del titán Epimeteo. Con la única misión de destapar la vasija que contenía todos los males, Pandora es el precedente directo de la perversa ginoide María de Metrópolis (Fritz Lang, 1927).

buda park
Uno de los robots del Parque de Buda en Laos (Indochina), inspirado en los guerreros autómatas que, según las leyendas hindúes, guardaban la tumba de Sidarta Gautama (LazyHiker.com)

El último capítulo (Entre el mito y la historia) nos remite a los autómatas y artefactos realistas que podemos rastrear en las fuentes históricas; entre los cuales podemos distinguir, a grandes rasgos, dos grandes grupos: los utilizados para castigar y los exhibidos para entretener. Sin tratarse de un repaso exhaustivo, se rescatan en especial las invenciones en época helenística y periodo ptolemaico, así como varios ejemplos del lejano Oriente.

Dioses y robots se une así a otros títulos de la autora ya publicados en español por la editorial Desperta Ferro: Mitrídates el Grande (2017), Amazonas. Guerreras del mundo antiguo (2017) y Fuego griego, flechas envenenadas y escorpiones (2018). Con este libro, Adrienne Mayor vuelve a presentar una monumental combinación de fuentes históricas, arqueología, mitología y cultura popular contemporánea para crear un relato sobre cómo el mundo clásico imaginó conceptos de robótica e inteligencia artificial hace más de dos milenios.

FICHA

Portada de Dioses y Robots (Adrienne Mayor, Desperta Ferro, 2019)

  • Título: Dioses y robots. Mitos, máquinas y sueños tecnológicos en la Antigüedad
  • Autora: Adrienne Mayor
  • Editorial: Desperta Ferro
  • N.º páginas: 285 + 8 láminas a color
  • Año de edición: 2019
  • ISBN: 978-84-949540-9-2
  • Acceso al primer capítulo

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