
En mayo de 1749 se personaba ante los sorprendidos magistrados de la Sala de Alcaldes Eugenia de la Fuente Santos, natural de Colmenar Viejo y residente en la Corte. Como muchas otras muchachas de Castilla la Nueva, nuestra protagonista se había visto obligada a emigrar a la capital para buscar empleo en el servicio doméstico. Su condición y diligencia le había permitido trabajar durante varios años en casas insignes como la de Miguel Herrero de Ezpeleta, administrador de los estados del duque de Parma.
Fue allí donde, cinco años atrás, Eugenia aseguró ante la Sala haber sido «deshonrada», bajo palabra de matrimonio, por un esclavo negro de nombre Felipe Joseph. Declarándose «pobre de solemnidad», la mujer ofrecía al tribunal la exigua cantidad de 600 reales a cambio de la libertad de su prometido.
Lo cierto es que los magistrados llevaban un tiempo cansados de escarmentar al incorregible susodicho, al que habían adquirido mediante donación al ausente Felipe de Borbón y Parma, hermanastro del rey Fernando VI. Desde su misma captura quince años atrás, el comportamiento de Joseph (norteafricano y musulmán para más señas), había sido intolerable para un esclavo de su condición. Apresado en el Mediterráneo por un jabeque conocido como El Prado, el joven había llegado a Mallorca en 1734, donde fue inmediatamente regalado por el gobernador al joven Infante.


Este lo hizo trasladar consigo a su palacio de Villaviciosa de Odón, donde intentó que recibiera una piadosa educación cristiana con los franciscanos descalzos de la localidad. Su «altivez y mala inclinación» obligaron a su amo a sacarlo del convento, encomendando su tutela a Juan Salguero, alcalde mayor de la villa. Pero este caballero tampoco fue capaz de enderezarlo, dándole «muchos disgustos, alborotando el lugar con quimeras y galanteos».
Felipe Joseph de la Virgen María finalmente se fugó de Villaviciosa en 1745, refugiándose en la residencia madrileña del apoderado general de los estados del Infante, el ya mencionado Miguel Herrero de Ezpeleta. Por la época en que conoció a Eugenia, Joseph seguía mostrándose «soberbio, lujurioso y blasfemo […] y con notorias señales de incorregible». En alguna ocasión había intentado incluso fugarse de nuevo, poco o nada amedrentado por la amenaza de acabar siendo enviado a galeras. Fue así como el Infante terminó donándolo a la Sala en 1749, donde suponía estaría mejor controlado en la aneja Cárcel de Corte.
La respuesta de la Sala a la petición de Eugenia fue afirmativa, no sin antes hacer prometer a la pareja que tras el enlace habrían de irse a vivir fuera de la capital. La mujer emprendió entonces su regreso a Colmenar para «vender sus cortos bienes» y reclamar la dote a su familia. Pero su pueblo, propiedad de la duquesa del Infantado, seguía habitado por sencillas gentes del campo que malvivían como jornaleros o peones de la escasa industria (pañería y cuero) que aún daba visos de funcionar. Pese a que ni sus hermanos ni sus padres se lo pusieron fácil, Eugenia terminó volviendo a Madrid con 380 de los 600 reales prometidos a la Sala. La estrategia seguida por la pareja parecía ir por buen camino: el incorregible Joseph fue manumitido el 12 de septiembre de 1749.

Por su parte, los esponsales se celebraron a finales del mes de octubre en la vecina parroquia de Santa Cruz. Pero las historias de amor no siempre acaban bien y así, nada más concluir la boda, los magistrados exigieron el inmediato cumplimiento de la pena impuesta al liberto por alterar el orden público: seis años de destierro a más de seis leguas de Madrid. Por si no fuera suficiente, el esfuerzo y decepciones pasan factura a la frágil salud de Eugenia, que a fecha del 27 de octubre es finalmente ingresada en el Hospital de la Pasión, donde trata en vano de recibir visita de su marido, al que se impide repetidamente la entrada bajo amenaza de arresto.
Tras varias solicitudes rechazadas por el juez instructor, el 19 de noviembre de 1749 Felipe Joseph partía desterrado de la capital, obligado a dejar atrás a la única persona que había luchado por su libertad con uñas y dientes.

- Bibliografía:
—LÓPEZ GARCÍA, José Miguel (2015): «Rebeldes con causa. Los esclavos incorregibles en el Madrid borbónico,» en MARTÍN CASARES, Aurelia (coord.), Esclavitud, mestizaje y abolicionismo en los mundos hispánicos. Granada: Universidad de Granada, pp. 285-306.
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