
Hoy vamos a hablar sobre otro diálogo entre animales humanos y no humanos (y un poco también de «brujas», ya que la época es propicia). En esta ocasión, sin embargo, nuestra historia transcurre entre las polvorientas páginas de un libro de mediados del siglo XVI.
Nos referimos a La Circe del florentino Giovan Battista Gelli (1498-1563), una obra renacentista que se hizo tremendamente popular en el Quinientos. Podemos rastrear la edición princeps en la Florencia de 1549, para pasar a difundirse rápidamente traducida a otras lenguas en Francia (1550), España (1551) o Inglaterra (1557).
Su publicación en tierras castellanas viene de la mano de un «extranjero», Juan Lorenzo Ottavanti. Se trataba de un cambista de origen florentino y formaba parte de la próspera colonia de comerciantes toscanos que se estableció en Valladolid al son de las idas y venidas de la Corte. Significativamente, entre 1548 y 1551 este individuo tradujo también al castellano otras obras patrias tan dispares ideológicamente hablando como Los Discursos de Maquiavelo o el controvertido El triunfo de la Cruz de Savonarola.

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¿Qué es ser hombre? Una cuestión abierta a debate
Pese al conocido mantra del Renacimiento, durante el siglo XVI la definición de «hombre» fue bastante cuestionada desde un punto de vista teológico y, en consecuencia, susceptible de debate en el fragor del ambiente contrarreformista. En respuesta a la corriente dominante de la escolástica, fuertemente antropocéntrica, existieron otras también de corte intelectual que George Boas (1891-1980), uno de los primeros investigadores que se acercó al tema, dio en llamar primitivistas. Aun sin poder considerarse «escuela» alguna, puede entenderse como una corriente de pensamiento que defiende la capacidad sensitiva e intelectiva de los animales, así como su condición no inferior y no subordinada al ser humano.
Bajo las más diversas denominaciones (primitivistas, escépticos, cínicos, etc.), muchos humanistas y reformadores se incorporaron a una longeva tradición de defensa de la moralidad e inteligencia animal que arranca desde autores clásicos como Diógenes, Teofrasto, Plutarco o Aeliano. Esta teriofilia del XVI (por utilizar el término acuñado por el propio Boas) venía pues a criticar la tradición bíblica que coloca al hombre por encima de todos los animales y defiende por qué estos últimos son en muchos casos superiores al primero. Como curiosidad, entre sus posibles «seguidores» este autor llegó a incluir a personalidades como Michel de Montaigne o el propio Miguel de Cervantes.

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Plutarco y Plinio en el Renacimiento: leídos, reconocidos… y «vigilados»
Tanto Plutarco como Plinio el Viejo eran autores leídos y bien conocidos en el siglo XVI, así como eternos sospechosos de epicureísmo. Sin embargo, era bastante habitual encontrar muchos de sus argumentos en los escritos humanistas que trataban las cuestiones arriba mencionadas. Para el caso de La Circe, aunque podemos identificar retazos del Libro VII de la Historia Natural, sin duda la principal fuente de Gelli es el primero.
Lucius Mestrius Plutarchus (nombre que recibió tras serle concedida la ciudadanía romana) fue un biógrafo, historiador y ensayista griego. Nació en torno al 50 d. C. bajo el mandato del emperador Claudio. Más tarde estudió en Atenas y viajó mucho por casi todo el Imperio como magistrado al servicio de Roma, aunque pasó buena parte de su vida residiendo en su ciudad natal de Queronea (Beocia). Nunca se adscribió a ninguna escuela filosófica concreta, lo que no impidió que formara allí su propio círculo como educador cívico.

Plutarco murió hacia el 120 d. C. y es conocido sobre todo por su colección de biografías comparadas de personajes de la historia griega y romana titulada Vidas paralelas. Pero lo cierto es que también escribió numerosas obras de contenido muy diverso, sobre ciencias naturales, moral y filosofía. Las que se conservan fueron reunidas tiempo después bajo el título de Moralia, u Obras morales y de costumbres, compuesta por 78 tratados de diversa extensión ordenados en catorce libros. Es en el libro XII donde se encuentran los tres textos que se conservan de los que Plutarco dedicó a los animales: Sobre la inteligencia de los animales, Los animales son racionales (diálogo más conocido como Gryllus a causa del nombre de su porcino protagonista) y el tratado breve en dos partes Sobre comer carne. Otras obras se han perdido y solo se conservan algunos pocos fragmentos que autores posteriores llegaron a utilizar.
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La originalidad de La Circe: un relato homérico vuelto del revés
El Gryllus de Plutarco (obra original en la que se basa Gelli) ya hizo alteraciones muy significativas en el relato homérico, y que conocerían gran fortuna en la tradición posterior. En esta obra se recrea el décimo canto de La Odisea, momento en que Ulises se dispone a partir de la isla de Circe para reemprender el regreso a su patria. Antes de ello, ordena a la hechicera que devuelva a sus hombres (a los que esta había convertido en cerdos) a su forma original. El punto de vista adoptado por Plutarco rompe totalmente con el modelo tradicional, pues en Homero no hay ningún diálogo del héroe con los hombres convertidos en animales que habitan el palacio de la poderosa maga. Al contrario, estos se muestran al punto complacidos por volver a recuperar su apariencia humana.
Sin embargo, en la versión de Plutarco, Grilo (el cerdo portavoz de los animales de Circe) toma la palabra para impedir que Ulises obligue a la diosa a deshacer el hechizo. A partir de aquí comienza un acalorado debate entre el héroe y el cerdo, a fin de dilucidar qué naturaleza es superior entre la humana y la animal. En esta versión el cerdo Grilo hace de único portavoz del resto de los animales que viven en el palacio de la hechicera. En la de Gelli, sin embargo, encontramos un total de hasta 11 animales que departen con Ulises en su propio nombre: en el primer diálogo intervienen una ostra y un topo, y en los nueve sucesivos, respectivamente, una serpiente, una liebre, un macho cabrío, una cierva, un león, un caballo, un perro, un ternero y un elefante.

A través de estos diez diálogos, los diferentes animales tratan de convencer a Ulises de que las bestias no solo tienen virtudes, sino que incluso las poseen en mayor grado que el ser humano. De la discusión sobre los aspectos positivos y negativos de la naturaleza humana se desprende finalmente que ninguno de ellos, salvo el elefante-filósofo Aglafeno, desea volver a la miseria de su humana conditio. Las felices bestias de Circe rechazan así la vida social y la ordenación civil que se da el ser humano y que, según ellas, solo lleva a la injusticia y desigualdad.
Pero lo más interesante de esta versión «ampliada» del Grilo es que aquí los animales no solo departen sobre la miseria ontológica del ser humano, sino que cada uno de ellos tuvo antes un nombre propio, un oficio y una biografía, pudiendo ofrecer por tanto una experiencia singularizada de su desdicha y trabajos. En este sentido, son especialmente paradigmáticos los diálogos del campesino, el pescador y la mujer. Significativamente, para Ulises es lógico que estos tres últimos deseen seguir siendo bestias, pues es lo que, sin remedio, ya eran antes de su transformación. Sin embargo, el argumento de la cierva se vuelve contra él como uno de los más rotundos y certeros: habiendo sido mujer en su anterior vida, hace un relato desolador del sometimiento y la denigración que padecen las féminas; de su carencia de libertad, de su perpetua obediencia, de los medios por los que se les priva del uso de ese intelecto que supuestamente dignifica y ennoblece la condición humana.

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¿Quién gana el debate?
Lo cierto es que no queda muy claro. La de Gelli es, desde luego, una versión «cristianizada» de la original pagana para mayor gloria de Dios y del hombre, pero ¿pudo ser también pretendidamente ambigua? Lo que sí sabemos es que La Circe llegó a gozar de tanta y veloz popularidad que en la Monarquía hispana acabó entrando en el Índice de libros prohibidos de Fernando Valdés en una fecha tan temprana como 1554.
Por su parte, Gelli siempre se negó a «expurgarla» pese a los avisos inquisitoriales. Ello no impidió que enseguida se publicaran otras obras que acabaron imitando esta fábula tan particular como El Crotalón, que traslada el mismo diálogo, mucho más simplificado, a las cuitas del gallo del zapatero Micilo. Pero esa es una historia para otra ocasión.
Si te ha gustado el artículo y te apetece compartirlo, ¡no olvides citarnos! Puedes hacerlo así: RODRÍGUEZ ALCAIDE, Iris, “Las felices bestias de Circe: un ambiguo diálogo sobre la condición humana” en El coloquio de los perros (blog). Publicación: 03/11/2016. Consulta: [insertar fecha].
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Bibliografía:
—BOAS, George (1933): The «happy beast» in French thought of the 17th Century. Baltimore: Johns Hopkins Press.
—GALINDO ESPARZA, Aurora (2015): El tema de Circe en la tradición literaria: De la épica griega a la literatura española. Murcia: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia.
—MUÑOZ-ALONSO LÓPEZ, Agustín (2012): «La significación de los animales en la literatura y la filosofía clásica (pp. 155-183),» en GARCÍA HUERTA, M.ª Rosario y RUIZ GÓMEZ, Francisco (dirs.), Animales simbólicos en la Historia. Desde la Protohistoria hasta el final de la Edad Media. Madrid: Editorial Síntesis.
—VEGA RAMOS, M.ª José (2007): «Las bestias felices. La Circe de Gelli en España,» en MUÑIZ MUÑIZ, M.ª Nieves, La traduzione della letteratura italiana in Spagna (1300-1939). Roma: Franco Cesati Editore, pp. 253-271.

Esto me recuerda un poco la pregunta de Arsuaga en su libro «La especie elegida». Al fin y al cabo, ¿elegida, para qué?
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Buena pregunta, tendré que echarle un vistazo a ver qué opina él. Muchas gracias Juan por tu comentario. ^^
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Momentazo de Gelli: que incluya… *una ostra*. Los otros son más típicos y previsibles, pero un invertebrado es algo que me sorprende un montón (además, debe de ser un diálogo apasionante jajaja).
Muy interesante, gracias por la sesión de animal-cultura de hoy!
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Sí, sí, es una obra de lo más entretenida, la verdad. Si te interesa echarle un vistazo, la original en italiano está en Google Books. La traducción al castellano aún espera a ser editada como merece. Creo que la profesora Vega Ramos (en la bibliografía) afortunadamente está ya en ello. 😉 ¡Muchas gracias a ti por sacar este ratillo para leernos!
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